El modelo PIPE vivió un impulso claro y luego un retroceso de igual magnitud en las estrategias de tesorería que usan bitcoin. Este vaivén importa porque altera la liquidez, la composición del balance y las vías de financiación que eligen las empresas que guardan BTC.
El ciclo expone una subida inicial del PIPE y una bajada posterior: al principio, el formato sirvió para conseguir liquidez o financiación; después perdió peso frente a costes más altos, riesgos nuevos o condiciones de mercado distintas. Sin embargo, aún no se cuantifica cuántas firmas lo adoptaron ni el efecto sobre el precio de BTC.
En esencia, PIPE (private investment in public equity) designa una operación en la que inversores compran activos o participaciones fuera de bolsa. Algunos equipos adaptaron la fórmula a criptomonedas para mover el balance corporativo, trasladando prácticas del mercado tradicional al contexto de bitcoin.
¿Por qué bajó PIPE?
Al llevar el esquema a bitcoin surgen huecos operativos y legales: la negociación privada, los períodos de bloqueo y la dificultad para fijar valor condicionan la capacidad de la tesorería para pagar obligaciones o aprovechar la volatilidad. Estos límites afectan la visibilidad y la agilidad financiera.
El vaivén refleja una revisión del intercambio entre “obtener capital” y “mantener la exposición al activo”. Sin números, no se identifica el factor que precipitó el desplome, ya sea por condiciones de mercado, precio del capital, cambios legales o resultados operativos de las compañías que usaron PIPE.
En síntesis: auge inicial y caída posterior del PIPE en tesorerías de bitcoin, con ausencia de datos que impide cuantificar el impacto en balances o en el precio de BTC, y riesgos centrales en liquidez, valoración y supervisión regulatoria que explican una preferencia por soluciones más líquidas o más transparentes.